Martín Baró Ensayo del Libro
Psicología de la Liberación: Compromiso Ético y Transformador en América Latina
Introducción
En contextos marcados por la desigualdad, la violencia estructural y la exclusión social, resulta insuficiente una psicología que se mantenga neutral, enfocada exclusivamente en el individuo sin considerar las dinámicas de poder que condicionan su experiencia. América Latina, con su historia de colonización, pobreza, represión política y lucha popular, ha demandado una relectura del papel de las ciencias humanas. En este marco, surge la psicología de la liberación, una corriente crítica y comprometida que pone en el centro la vida, la dignidad y la agencia de los pueblos oprimidos.
Esta perspectiva fue desarrollada, entre otros, por Ignacio Martín-Baró, psicólogo social y sacerdote jesuita salvadoreño, asesinado en 1989 por su labor intelectual y social en defensa de los derechos humanos. Para Martín-Baró, la psicología debía asumir un papel transformador: romper con el elitismo científico, responder a las necesidades del pueblo y desenmascarar los mecanismos ideológicos que perpetúan el sufrimiento. Su pensamiento ha influido profundamente en la práctica psicosocial en América Latina, y continúa sirviendo de base para proyectos que promueven una psicología contextualizada, ética y emancipadora.
El origen de la psicología de la liberación
La psicología de la liberación no surge como un sistema teórico acabado, sino como un proceso histórico, político e intelectual impulsado por la urgencia de dar respuestas a realidades de injusticia. A diferencia de los modelos dominantes importados de Europa y Estados Unidos —en su mayoría centrados en el individuo, la patología o la adaptación—, esta psicología parte de una crítica radical al lugar que ocupa el conocimiento en la reproducción del orden social.
Martín-Baró entendía que muchas de las problemáticas psicológicas experimentadas por las personas no eran resultado de fallas individuales, sino producto de estructuras sociales que generan sufrimiento: la pobreza, la violencia, la explotación laboral, la exclusión educativa, el racismo y el patriarcado, entre otros. Por eso, propuso que el quehacer psicológico debía estar al servicio de la liberación del pueblo, es decir, de su capacidad para transformar las condiciones que oprimen su existencia.
Este enfoque tiene raíces también en la teología de la liberación, en la pedagogía crítica de Paulo Freire y en los movimientos sociales latinoamericanos que han cuestionado las formas de dominación económica, cultural y simbólica. La psicología de la liberación, entonces, no se contenta con comprender al sujeto, sino que busca desnaturalizar las causas del sufrimiento y acompañar procesos colectivos de resistencia y transformación.
Críticas a la psicología tradicional
Uno de los núcleos del pensamiento de Martín-Baró fue la denuncia de una psicología científica despolitizada y al servicio del statu quo. Señalaba que muchos modelos psicológicos reproducen visiones individualistas, patologizantes y culturalmente ajenas a los pueblos del sur global. Esta psicología, muchas veces, culpabiliza al sujeto por su malestar —llámese "falta de autoestima", "baja motivación" o "déficit emocional"— cuando en realidad ese malestar tiene raíces estructurales.
Además, advertía que el lenguaje técnico y los instrumentos psicométricos importados muchas veces no tienen en cuenta el contexto local, lo que lleva a interpretaciones erróneas o incluso dañinas. Frente a esto, propone una psicología popular, construida desde la escucha, la humildad epistemológica y el compromiso ético.
La tarea no consiste únicamente en "ajustar" teorías extranjeras, sino en partir desde el pueblo, sus experiencias, sus saberes y sus luchas. Así, el conocimiento deja de ser un privilegio de los expertos para convertirse en una herramienta al servicio de la vida digna y la justicia social.
Principios ético-políticos
La psicología de la liberación no puede entenderse como una simple metodología de intervención; es una postura ética y política frente al sufrimiento humano. Entre sus principios fundamentales se destacan:
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Compromiso con los sectores oprimidos: La práctica psicológica debe priorizar a las poblaciones históricamente excluidas: pueblos indígenas, mujeres, comunidades afrodescendientes, campesinos, personas en situación de pobreza, víctimas de violencia política, entre otros.
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Contextualización del sufrimiento: Es fundamental analizar el malestar psicológico desde el contexto histórico, social y político. Esto implica comprender cómo las estructuras de dominación impactan en la subjetividad.
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Trabajo comunitario y horizontal: La intervención se realiza con la comunidad, no sobre ella. Se busca fortalecer los lazos sociales, promover la organización y facilitar procesos de reflexión crítica.
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Descolonización del saber: Se cuestiona la hegemonía epistemológica occidental y se valoran los saberes ancestrales, comunitarios y populares como fuentes legítimas de conocimiento.
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Espiritualidad liberadora: Se propone una espiritualidad basada en la esperanza, la dignidad y la resistencia, como fuerza que impulsa el cambio colectivo, diferenciándola de toda espiritualidad que promueva la resignación o el miedo.
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Pedagogía del amor y la libertad: Inspirada en Freire, se promueve una relación basada en el respeto mutuo, la palabra compartida y el deseo de emancipación.
Aplicaciones prácticas: intervención psicosocial
Una de las grandes contribuciones de la psicología de la liberación es su enfoque de intervención psicosocial crítica. En lugar de tratar a las personas como pacientes aislados, propone abordajes comunitarios donde se trabajan tanto los aspectos emocionales como las condiciones sociales del entorno.
Por ejemplo, en contextos de violencia política o desastres, la atención psicosocial no se limita a tratar traumas individuales, sino que articula procesos de memoria histórica, reparación simbólica y organización colectiva. En comunidades afectadas por el desplazamiento forzado, se promueven espacios de encuentro, relatos colectivos y prácticas de sanación culturalmente relevantes.
Este modelo ha sido especialmente útil en procesos de posconflicto, acompañamiento a víctimas de violencia estatal, fortalecimiento del tejido social en barrios empobrecidos, prevención del suicidio en juventudes marginadas y trabajo con movimientos sociales que luchan por sus territorios y derechos.
La Cátedra Libre Martín-Baró: difusión y formación
Siguiendo este legado, en varios países de América Latina se han conformado espacios académicos y comunitarios que promueven la psicología de la liberación. Uno de los más activos es la Cátedra Libre Martín-Baró, que articula formación, investigación y acción desde un enfoque psicosocial crítico.
Este espacio no sólo rescata el pensamiento de Martín-Baró, sino que lo actualiza en diálogo con temas contemporáneos como la salud mental en pandemia, el racismo estructural, la diversidad sexual y de género, las migraciones forzadas o el colapso ambiental. A través de cursos, publicaciones, encuentros y procesos de acompañamiento, la Cátedra contribuye a formar profesionales con sensibilidad social, compromiso político y creatividad ética.
Además, impulsa el Centro de Estudios e Investigaciones Psicosociales (CEPSI), una plataforma de formación latinoamericana que ofrece propuestas como:
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Psicogenealogía y vínculos familiares.
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Psicología crítica del consumo.
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Espiritualidad decolonial y feminismos.
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Metodologías participativas emancipadoras.
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Intervención en trauma y salud mental comunitaria.
Estas propuestas integran teoría, práctica y experiencia vivida, mostrando que otra psicología no sólo es posible, sino urgente.
Vigencia y desafíos actuales
Hoy más que nunca, la psicología de la liberación tiene vigencia. En un mundo atravesado por crisis ecológicas, migraciones masivas, guerras, patriarcado, racismo y precarización de la vida, el sufrimiento psíquico se multiplica. Frente a ello, no basta con enfoques clínicos que medican o individualizan el malestar.
La psicología necesita recuperar su capacidad crítica, política y ética. La propuesta de Martín-Baró invita a mirar la raíz del dolor, a escuchar el clamor de los pueblos y a poner el conocimiento al servicio de la justicia. También implica cuestionar nuestras propias prácticas, privilegios y formas de mirar el mundo.
Sin embargo, no se trata de idealizar esta perspectiva. Existen desafíos: la resistencia de las academias dominadas por modelos hegemónicos, la falta de financiamiento para proyectos comunitarios, el desgaste de quienes trabajan en territorios violentos o la instrumentalización del discurso "crítico" sin verdadera implicación política. Por eso, más que una moda teórica, la psicología de la liberación es una apuesta vital, un camino que se construye con compromiso, coherencia y afecto colectivo.
Conclusión
La psicología de la liberación representa una ruptura epistemológica y ética frente a una psicología que ha servido históricamente para justificar la opresión o mirar hacia otro lado. Desde América Latina, y para el mundo, propone un quehacer profesional profundamente humano, crítico y transformador.
Inspirada en las luchas de los pueblos y en la memoria de quienes dieron su vida por un mundo más justo —como Ignacio Martín-Baró—, esta corriente nos desafía a pensar el sufrimiento no como un problema individual, sino como una herida social que necesita verdad, justicia, reparación y esperanza.
Más que una teoría, es una praxis: una forma de estar en el mundo, de mirar a las personas con dignidad y de construir, desde abajo, nuevas formas de sanar, resistir y vivir.
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