ENSAYO DE TECNOFEUDALISMO
El Tecnofeudalismo según Yanis Varoufakis
Introducción
En las últimas décadas, el capitalismo ha sido el sistema económico predominante en el mundo occidental y, cada vez más, en el planeta entero. Las estructuras que lo sostienen —la propiedad privada, los mercados, la acumulación de capital, la competencia, y la búsqueda de beneficios— parecían incuestionables incluso después de las crisis recurrentes que atravesaron las economías globalizadas. Sin embargo, en su provocador libro “Tecnofeudalismo”, el economista y exministro de finanzas griego Yanis Varoufakis sostiene que el capitalismo, tal como lo conocíamos, ha muerto, y ha sido reemplazado por algo diferente: un régimen tecnofeudal, en el que las grandes plataformas digitales han dejado atrás las dinámicas del mercado clásico para imponer nuevas formas de dominio económico y social.
El argumento central de Varoufakis es que no estamos simplemente en una nueva fase del capitalismo (como otros críticos han sugerido con términos como “capitalismo de vigilancia” o “capitalismo digital”), sino en un régimen cualitativamente distinto, que recuerda más a las estructuras de poder del feudalismo medieval que al capitalismo industrial de los siglos XIX y XX. En este ensayo, exploraremos los argumentos clave del autor, sus implicaciones para la economía global y la vida cotidiana, y reflexionaremos críticamente sobre su propuesta.
El diagnóstico: Del capitalismo al tecnofeudalismo
Varoufakis comienza planteando que el corazón del capitalismo ha sido siempre la existencia de mercados competitivos donde empresas privadas, impulsadas por el ánimo de lucro, buscan superar a sus rivales produciendo más eficientemente. Sin embargo, en el contexto actual, el surgimiento de gigantes digitales como Amazon, Google, Apple, Facebook (Meta) y Microsoft ha transformado radicalmente esta lógica. Estas empresas no son simplemente competidores dentro de un mercado; son dueñas de las infraestructuras mismas donde los mercados ocurren.
En este sentido, Varoufakis utiliza la figura de los señores feudales: los reyes y nobles medievales no solo competían entre ellos, sino que poseían las tierras en las que los campesinos trabajaban. Del mismo modo, las plataformas digitales poseen el “terreno” digital donde los consumidores y productores interactúan. Ya no se trata de competir por mejores precios o productos, sino de cobrar peajes por el acceso a la plataforma, imponer condiciones unilateralmente y extraer rentas de todos los participantes.
Por ejemplo, Amazon no solo vende productos: controla el ecosistema donde terceros venden. Google no solo ofrece búsquedas: determina qué información es visible. Apple no solo vende teléfonos: domina el acceso a las aplicaciones a través de su App Store. Este control les permite imponer tarifas, recopilar datos, y crear una dependencia estructural que se asemeja mucho más a la servidumbre medieval que a la competencia capitalista.
El papel de los datos: El nuevo tributo
En el tecnofeudalismo descrito por Varoufakis, los datos cumplen una función crucial. Mientras que en el capitalismo industrial el trabajo era el principal insumo de valor (la fuerza laboral en fábricas, minas y oficinas), en el tecnofeudalismo, los datos personales, las interacciones, los hábitos de consumo y las preferencias de los usuarios son el nuevo recurso explotable.
Las plataformas digitales no solo se benefician de nuestras transacciones económicas, sino también de nuestras interacciones sociales, nuestras búsquedas, nuestras ubicaciones y nuestras redes personales. Cada clic, cada “me gusta”, cada desplazamiento en la pantalla genera un rastro de información que es recolectado, analizado y monetizado. Esta captura masiva de datos permite a las plataformas reforzar su posición dominante, perfeccionar sus algoritmos y hacer aún más difícil que surja competencia.
Varoufakis argumenta que esto crea una relación de vasallaje: los usuarios, los productores de contenido y los proveedores de servicios están sujetos a los términos impuestos por las plataformas, que actúan como señores feudales digitales. No existe una verdadera negociación ni un mercado libre: si quieres participar en la economía digital, debes someterte a las reglas de estos nuevos amos.
La ilusión del mercado: De consumidores a siervos
Uno de los puntos más provocadores del libro es la idea de que el mercado ha sido reemplazado por “feudos digitales”. Mientras que el capitalismo clásico dependía de consumidores libres eligiendo entre opciones en competencia, el tecnofeudalismo transforma a los consumidores en siervos atrapados dentro de ecosistemas cerrados.
Por ejemplo, en el capitalismo clásico, comprar un automóvil implicaba elegir entre diferentes fabricantes, comparar precios, y tener cierto grado de independencia una vez realizada la compra. En cambio, hoy, muchos productos y servicios digitales están ligados a ecosistemas que limitan la libertad del usuario. Si compras un iPhone, entras en el universo Apple; si usas Google, te ves atrapado en su red de productos integrados; si vendes en Amazon, dependes de su infraestructura logística, de sus algoritmos de visibilidad, y de sus reglas de comisión.
Además, Varoufakis señala que las plataformas no solo median las transacciones, sino que las controlan activamente. Algoritmos opacos determinan qué productos son visibles, qué noticias circulan, qué amigos aparecen en tu feed. Esta intermediación algorítmica no busca maximizar la competencia ni la eficiencia, sino reforzar el control y maximizar las rentas del “señor feudal”.
El fin del capitalismo: ¿Exageración o diagnóstico acertado?
Muchos críticos podrían decir que Varoufakis exagera al declarar muerto al capitalismo. Después de todo, los gigantes digitales siguen operando en un contexto capitalista: buscan beneficios, cotizan en bolsas, se enfrentan a regulaciones estatales. Sin embargo, el autor insiste en que el cambio es cualitativo, no meramente cuantitativo. Lo que distingue al tecnofeudalismo no es que las empresas sean más grandes o más poderosas, sino que han dejado de jugar según las reglas del capitalismo clásico.
En lugar de ganar dinero produciendo y vendiendo bienes y servicios en mercados abiertos, las plataformas obtienen sus ingresos cobrando peajes por el acceso a sus feudos digitales, extrayendo rentas de sus usuarios y capturando valor de las interacciones que ocurren bajo su dominio. Esto no es capitalismo, argumenta Varoufakis; es una forma de feudalismo adaptada a la era digital.
Además, el autor sugiere que la crisis del 2008 y la respuesta política a ella aceleraron esta transición. En lugar de reformar el sistema financiero o fortalecer la competencia, los gobiernos rescataron a los grandes actores y permitieron que los gigantes tecnológicos consolidaran su dominio. La concentración de poder económico, político y tecnológico alcanzó niveles sin precedentes, erosionando las bases mismas del capitalismo.
Las implicaciones políticas: Democracia, soberanía y resistencia
Si aceptamos el diagnóstico de Varoufakis, las implicaciones políticas son profundas. El tecnofeudalismo no solo transforma la economía, sino también la estructura del poder político. Los señores feudales digitales no son elegidos democráticamente, no rinden cuentas ante los ciudadanos, y operan a escala global, a menudo por encima de las jurisdicciones nacionales.
Esto plantea desafíos enormes para la soberanía estatal, la protección de los derechos civiles, y la viabilidad de la democracia. Los algoritmos de las plataformas moldean la opinión pública, influyen en los procesos electorales y determinan qué voces son amplificadas o silenciadas. Los estados, por su parte, parecen incapaces de imponer regulaciones efectivas, atrapados entre la dependencia tecnológica y la captura regulatoria.
Varoufakis aboga por una respuesta política audaz: democratizar las plataformas digitales, establecer derechos de propiedad colectiva sobre los datos, y construir una economía basada en el bien común, no en la extracción de rentas. Esto requiere una movilización social y política de gran escala, capaz de enfrentar a los nuevos señores feudales y recuperar el control sobre las infraestructuras digitales esenciales.
Crítica y reflexiones finales
Aunque el concepto de tecnofeudalismo es provocador y sugerente, no está exento de críticas. Algunos economistas y sociólogos podrían argumentar que exagera las discontinuidades históricas y subestima la capacidad del capitalismo para adaptarse y reinventarse. Otros podrían señalar que la analogía feudal es limitada: a diferencia de los siervos medievales, los usuarios digitales pueden cambiar de plataforma (aunque con costos), y las plataformas mismas operan en mercados competitivos (aunque concentrados).
Sin embargo, el valor principal del libro de Varoufakis no está necesariamente en la precisión histórica de su analogía, sino en su capacidad para sacudir nuestras categorías mentales y obligarnos a repensar las estructuras de poder de la economía digital. Al enmarcar el dominio de las plataformas como una forma de feudalismo, nos invita a cuestionar las narrativas dominantes sobre la innovación, la eficiencia y la libertad de mercado, y a preguntarnos quién controla realmente las infraestructuras digitales que organizan nuestras vidas.
El desafío, entonces, es doble. Por un lado, necesitamos entender en profundidad las transformaciones del capitalismo digital, sin caer en simplificaciones ni analogías excesivamente rígidas. Por otro, debemos explorar alternativas políticas, institucionales y tecnológicas que permitan construir una economía más justa, democrática y sostenible. El tecnofeudalismo, tal como lo describe Varoufakis, no es un destino inevitable, sino un campo de batalla donde se juega el futuro de nuestras sociedades.
Conclusión
En “Tecnofeudalismo”, Yanis Varoufakis ofrece un diagnóstico inquietante y provocador: el capitalismo ha muerto, y en su lugar ha surgido un régimen tecnofeudal, dominado por plataformas digitales que poseen y controlan las infraestructuras esenciales de la economía y la sociedad. Este régimen se caracteriza por la extracción de rentas, la captura de datos, y la imposición de peajes digitales, en una relación de dependencia que recuerda a las dinámicas de vasallaje medieval.
Más allá de si aceptamos plenamente su diagnóstico, el libro nos obliga a repensar las relaciones entre economía, tecnología y poder en el siglo XXI. Frente a los desafíos del tecnofeudalismo, Varoufakis llama a imaginar y construir alternativas democráticas, basadas en la propiedad colectiva, la transparencia y la soberanía popular. El futuro de nuestras sociedades, sugiere el autor, depende de nuestra capacidad para enfrentar a los nuevos señores feudales digitales y recuperar el control sobre las infraestructuras que organizan nuestras vidas.
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